
Una noche de verano, una luciérnaga estaba al borde de una charca, ocupada en sus asuntos y disfrutando del clima, ya que siempre le agradaba que no hubiese lluvia que le impidiera volar libremente. Su brillo la hacía destacar sobre las hojas y ramas de la vegetación donde se posaba en medio de las sombras.
Acostumbrada a vigilar por los peligros de los depredadores, la alertó un ruido detrás de ella, y al volverse con rapidez, se encontró cara a cara con una enorme serpiente que la miraba y se preparaba para atraparla. Su instinto de conservación hizo que rápidamente esquivara el ataque y volara para ponerse a salvo, pero la serpiente comenzó a perseguirla con saña y obsesión. «Algo no está bien aquí» –pensaba la luciérnaga mientras volaba desesperada para salvarse del inusual enemigo–; «las serpientes no deberían atacar a las luciérnagas, ¿por qué me ataca?»
Sin embargo, era más importante salvar su vida que averiguar lo que pasaba con esta serpiente agresiva. Iban pasando los segundos y luego los minutos, la serpiente era muy grande y rápida, y la pobre luciérnaga poco a poco se dio cuenta de que su batalla estaba perdida, ya que nunca había aprendido a defenderse de tal predador.
Al terminar en un rincón, dentro de un tronco hueco, exhausta y sin salida alguna, la luciérnaga se dio por vencida y se preparó mentalmente para ser devorada. Como en cámara lenta, la serpiente se regodeaba y parecía saborear el momento de la muerte de su víctima. Su victoria sobre la indefensa luciérnaga era evidente; la bestia se acerca ya sin prisas para darle el ataque final.
Sorpresivamente, la luciérnaga encuentra dentro de sí misma una fuerza proveniente de saber que ha llegado su fin y ya no tiene nada que perder; y decide que quiere saber el por qué del ataque.
–¡Espera! –le dice a su atacante.
Las serpientes son animales muy peculiares, y esta serpiente decidió que podía divertirse un poco más con su pequeña presa, a fin de cuentas, no había manera de que escapara de ella. Al notar que la serpiente le había escuchado, la luciérnaga le pregunta:
–¿Soy parte de tu cadena alimenticia y tienes hambre?
–No, no lo eres y no tengo hambre –Siseante, da la respuesta la serpiente.
–¿Soy una amenaza para tu ciclo vital de algún modo?
–¡No, claro que no interfieres con mi ciclo vital! Eso es ridículo… –La burla en los ojos del predador es incontenible.
–¿Entonces, por qué me vas a matar?
–No soporto verte brillar en medio de las sombras, es sólo por eso…
Cansada de ese diálogo, para ella sin sentido, la serpiente simplemente atacó y devoró de un bocado a la pobre y confundida luciérnaga, que murió pensando que quizás hubiese sido mejor no preguntar. ¿Cómo podía dejar de brillar en la noche si era su naturaleza?
Autor desconocido
Este pequeño cuento es una invitación a que todos seamos luciérnagas en medio de la noche.
Cumple tus sueños, vive al máximo, disfruta cada momento y simplemente no dejes de ser lo que por naturaleza eres.
Quizá allá afuera, entre las sombras, podrás encontrar a una serpiente que no soporte verte brillar y que te ataque, pero es mejor brillar que recelar del brillo de otros, es mejor ser quien eres sin miedo que pasar el tiempo atacando a aquéllos que decidiste que te incomodaban por algún motivo.
No tengas miedo de brillar, un momento de brillo siempre hará memorable la vida, y habrá valido la pena estar aquí si simplemente eres quien eres, nadie puede pedirte que vayas en contra de tí mismo. Ni siquiera con amenazas las luciérnagas apagarán su brillo pues es parte de ellas.
¡Nunca dejes de brillar en medio de las sombras!
Acostumbrada a vigilar por los peligros de los depredadores, la alertó un ruido detrás de ella, y al volverse con rapidez, se encontró cara a cara con una enorme serpiente que la miraba y se preparaba para atraparla. Su instinto de conservación hizo que rápidamente esquivara el ataque y volara para ponerse a salvo, pero la serpiente comenzó a perseguirla con saña y obsesión. «Algo no está bien aquí» –pensaba la luciérnaga mientras volaba desesperada para salvarse del inusual enemigo–; «las serpientes no deberían atacar a las luciérnagas, ¿por qué me ataca?»
Sin embargo, era más importante salvar su vida que averiguar lo que pasaba con esta serpiente agresiva. Iban pasando los segundos y luego los minutos, la serpiente era muy grande y rápida, y la pobre luciérnaga poco a poco se dio cuenta de que su batalla estaba perdida, ya que nunca había aprendido a defenderse de tal predador.
Al terminar en un rincón, dentro de un tronco hueco, exhausta y sin salida alguna, la luciérnaga se dio por vencida y se preparó mentalmente para ser devorada. Como en cámara lenta, la serpiente se regodeaba y parecía saborear el momento de la muerte de su víctima. Su victoria sobre la indefensa luciérnaga era evidente; la bestia se acerca ya sin prisas para darle el ataque final.
Sorpresivamente, la luciérnaga encuentra dentro de sí misma una fuerza proveniente de saber que ha llegado su fin y ya no tiene nada que perder; y decide que quiere saber el por qué del ataque.
–¡Espera! –le dice a su atacante.
Las serpientes son animales muy peculiares, y esta serpiente decidió que podía divertirse un poco más con su pequeña presa, a fin de cuentas, no había manera de que escapara de ella. Al notar que la serpiente le había escuchado, la luciérnaga le pregunta:
–¿Soy parte de tu cadena alimenticia y tienes hambre?
–No, no lo eres y no tengo hambre –Siseante, da la respuesta la serpiente.
–¿Soy una amenaza para tu ciclo vital de algún modo?
–¡No, claro que no interfieres con mi ciclo vital! Eso es ridículo… –La burla en los ojos del predador es incontenible.
–¿Entonces, por qué me vas a matar?
–No soporto verte brillar en medio de las sombras, es sólo por eso…
Cansada de ese diálogo, para ella sin sentido, la serpiente simplemente atacó y devoró de un bocado a la pobre y confundida luciérnaga, que murió pensando que quizás hubiese sido mejor no preguntar. ¿Cómo podía dejar de brillar en la noche si era su naturaleza?
Autor desconocido
Este pequeño cuento es una invitación a que todos seamos luciérnagas en medio de la noche.
Cumple tus sueños, vive al máximo, disfruta cada momento y simplemente no dejes de ser lo que por naturaleza eres.
Quizá allá afuera, entre las sombras, podrás encontrar a una serpiente que no soporte verte brillar y que te ataque, pero es mejor brillar que recelar del brillo de otros, es mejor ser quien eres sin miedo que pasar el tiempo atacando a aquéllos que decidiste que te incomodaban por algún motivo.
No tengas miedo de brillar, un momento de brillo siempre hará memorable la vida, y habrá valido la pena estar aquí si simplemente eres quien eres, nadie puede pedirte que vayas en contra de tí mismo. Ni siquiera con amenazas las luciérnagas apagarán su brillo pues es parte de ellas.
¡Nunca dejes de brillar en medio de las sombras!