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El domingo, 29 de octubre, a las 3 de la madrugada... ¡serán las 2! 

Y aunque ganamos una hora de sueño, el cambio de hora produce alteraciones del ritmo biológico y del estado de ánimo, parecidos a los efectos del jet-lag.

El término jet lag hace alusión a una alteración brusca del reloj biológico interno que regula el sueño y la vigilia y que se encuentra desfasado con el cambio de hora. Por ejemplo, si un pasajero sale de Nueva York a las 7 de la tarde (hora local) aterrizará en Barcelona sobre las 9 de la mañana, a plena luz del día lo que activará las señales de vigilia.

El problema es que el reloj biológico marca las 3 de la madrugada y su ciclo de sueño habrá sido bruscamente interrumpido. Al cuerpo humano le gusta la rutina y el equilibrio y cualquier alteración en los horarios (cambio de hora, viajes largos) puede alterar los ciclos circadianos, periodos de 24 horas que regulan diversas variables fisiológicas y psicológicas.

Así, el cambio horario de este domingo puede llevar a una disminución de la síntesis de melatonina, hormona que facilita el sueño y regula los estados de vigilia en función de la luz solar. Como consecuencia podemos ser víctimas de un estado de somnolencia y cansancio a lo largo de la jornada diurna. 

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Todas las especies animales producen esta hormona, pues es necesaria para conciliar el sueño.

Se forma a partir de triptófano, un aminoácido esencial que debe ser ingerido a través de la alimentación para la producción de serotonina (la llamada “hormona de la felicidad”) como producto intermedio para la síntesis final de melatonina. 

La melatonina necesita oscuridad para sintetizarse. Por eso, con la llegada de la noche el organismo comienza a fabricar melatonina, para preparar al organismo para irse a dormir.

Dicho de otro modo, la melatonina señala la “noche biológica” y regula los ciclos circadianos, o reloj biológico interno.No obstante, como ocurre con la mayoría de hormonas, la producción de melatonina disminuye con la edad, lo que explica que durmamos menos al envejecer. 

Y otros factores como el estrés afectan de forma negativa a su presencia en el organismo.

Además de regular el ritmo sueño/vigilia la melatonina está implicada en otros ritmos endógenos, como los ritmos endocrinos y neurológicos y los procesos conductuales, todos ellos interconectados.

Por lo tanto, una alteración del ciclo circadiano puede tener graves consecuencias para la salud y los suplementos de melatonina se postulan como eficaces y seguros, en las dosis estudiadas, actuando como tratamiento cronobiótico, ayudando a regular el reloj biológico y aplicándose en los trastornos del sueño, con menores efectos secundarios que los fármacos clásicos para el insomnio

Por consiguiente, una suplementación con melatonina permite mejorar la calidad del sueño y no presenta ninguno de los efectos indeseables de un somnífero clásico.Complemento cuya acción está reconocida por la Comisión Europea y la EFSA, la melatonina distiende los músculos, favorece un sueño natural y disminuye los despertares nocturnos.

Consecuencias de la falta de Sueño para la Salud

La falta de sueño reparador y de calidad puede hacer estragos en la salud. Cuando se padece de insomnio crónico o se tienen dificultades para conciliar el sueño o mantenerlo a lo largo de la noche puede desencadenar hipersomnolencia diurna relacionada con una peor calidad de vida, tanto física como mental.

Así, durante la jornada diurna, la falta de sueño se puede manifestar con cansancio, dolor de cabeza, alteraciones gastrointestinales, malestar general y llevar a no poder reaccionar con rapidez, a lentitud intelectual y alteraciones de la conducta y el estado de ánimo, como irritabilidad, ansiedad e incluso depresión.

Una baja producción de melatonina tiene como consecuencia que cueste más tiempo conciliar el sueño y por tanto, dormir menos horas de las necesarias. Este sueño inadecuado o insuficiente se relaciona, según las investigaciones, con un aumento del riesgo de padecer hipertensión, obesidad, diabetes o enfermedades coronarias.

Y es que la falta de sueño produce una disminución de los niveles de leptina (hormona anorexigénica) y un aumento de grelina, hormona que aumenta la sensación de hambre al tiempo que activa zonas cerebrales que impulsan una selección de los alimentos más calóricos y se postula que podría incluso activar genes que promueven la obesidad.

Curioso pero cierto, la actual falta de sueño (tan extendida en el mundo moderno) puede contribuir a la epidemia de la obesidad y la resistencia a la insulina. 

 

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